TOC

Estiro mis piernas reconociendo ese espacio que dejas al otro lado de la cama. Aún impregnadas de tu olor, retuerzo mi cuerpo contra las sábanas que caen en el otro extremo que ocupas cada noche. Las revoloteo, las saco de sus esquinas, restriego mi pelo contra tu almohada con la suerte de que quede alguno adherido a ella. Enciendo las luces que me llevan al cuarto de baño. Enciendo una, dos, tres, cuatro. La del pasillo, la de tu mesita de noche, la del cuarto de invitados. La luz del día se impone ante ellas apagándolas como velas de cumpleaños. "Verás cuando llegue la factura de la luz." Tus reclamos van estirándose como chicle por los pasillos a medida que avanzo por ellos. Cuando me hago el café, cuando me lavo los dientes, cuando me pongo la ropa. Cada reproche tiene su habitáculo, su momento preciso, su forma, su tono. Un soniquete que permanece de fondo aún en tu ausencia como hilo musical de nuestro hogar. Deshago la pulcra fila de vasos ordenados por gama de colores y tamaños. Tu copa de vino favorita calienta mi primer café del
día dando vueltas en el microondas hasta que la nata rebosa por los lados.
- No haré lo mismo contigo, descuida.
Le aviso porque me mira desde dentro de la pecera más inquieto que de costumbre. Tendrás tu ración de comida. Siempre a las ocho, dos pellizquitos de camarones del tarro marrón que se sitúa la izquierda del mueble. Nunca antes, nunca después. Retraso el reloj de la cocina para no faltar a tu palabra. Y él lo agradece. Igual que yo. Que a las 6 sean las ocho y que le saque a la bañera de vez en cuando. Se escabulle entre mis piernas y el jabón que rebosa como la nata de mi copa. Aretha Franklin pide respeto al otro lado del baño arrebatándote por fin el hilo musical de esta zona de la casa. Y poco a poco, todo va volviendo de nuevo a su sitio. Giro las manecillas del reloj, aliso con esmero las sábanas que adquieren como por inercia ese aspecto impoluto y pulcro de siempre, y la voz de Aretha va ensordeciéndose como puesta de sol a las 8 de la tarde. La casa adquiere centímetro a centímetro el mismo aspecto que cuando te fuiste. Solo nos delata las pompa de jabón en la superficie del agua que salen de tu boca cuando inhalas y el olor de camarones que desprende mi aliento cuando te beso.